La teología es el estudio de las acciones y reacciones del espíritu humano; no puede jamás volverse una ciencia, puesto que debe estar siempre combinada más o menos con la psicología en su expresión personal y con la filosofía en su marco sistemático. La teología es siempre el estudio de tu religión; el estudio de la religión de otros es psicología.
Cuando el hombre se acerca al estudio y al examen de su universo desde afuera, da origen a varias ciencias físicas; cuando encara la investigación del yo y del universo desde adentro, da origen a la teología y a la metafísica. El arte de la filosofía más reciente se desarrolla en un esfuerzo por armonizar las muchas discrepancias que están destinadas a aparecer al principio entre los hallazgos y enseñanzas de estas dos avenidas diametralmente opuestas de enfoque al universo de las cosas y de los seres.
La religión tiene que ver con el punto de vista espiritual, el conocimiento del carácter interior de la experiencia humana. La naturaleza espiritual del hombre le ofrece la oportunidad de volver el universo de afuera hacia adentro. Por lo tanto es verdad que, vista exclusivamente desde el interior de la experiencia de la personalidad, toda creación parece ser espiritual en su naturaleza.
Cuando el hombre inspecciona analíticamente el universo a través de las dotes materiales de sus sentidos físicos y la percepción mental asociada, el cosmos parece ser mecánico y hecho de materia-energía. Dicha técnica de estudiar la realidad consiste en volver el universo de adentro hacia afuera.
Un concepto filosófico lógico y coherente del universo no puede ser construido sobre los postulados ni del materialismo ni del espiritismo, pues ambos sistemas de pensamiento, cuando se los aplica en forma universal, obligan a ver el cosmos en una distorsión, el primero encarando el universo de adentro hacia afuera, el segundo comprendiendo la naturaleza del universo de afuera hacia adentro. Por consiguiente, ni la ciencia ni la religión, podrán jamás por sí mismas, en aislamiento, esperar ganar una comprensión adecuada de las verdades universales y de sus relaciones, sin la guía de la filosofía humana y el esclarecimiento de la revelación divina.
El espíritu interior del hombre debe depender siempre para su expresión y autorrealización del mecanismo y técnica de la mente. Del mismo modo, la experiencia exterior del hombre con la realidad material debe fundarse en la conciencia mental de la personalidad que la experimenta. Por lo tanto, las experiencias humanas espirituales y materiales—interiores y exteriores– están siempre correlacionadas con la función de la mente y condicionadas, en cuanto a su comprensión consciente, por la actividad de la mente. El hombre experimenta la materia en su mente; experimenta la realidad espiritual en el alma, pero se hace consciente de esta experiencia en la mente. El intelecto es el armonizador, el condicionador y calificador constante de la suma total de la experiencia mortal. Tanto las cosas-energía como los valores espirituales están coloreados por su interpretación a través del medio mental de la conciencia.
Vuestra dificultad para llegar a una coordinación más armoniosa entre la ciencia y la religión se debe a vuestra total ignorancia de la existencia intermedia del reino del mundo morontial de cosas y seres. El universo local consiste en tres grados, o etapas, de manifestación de la realidad: materia, morontia y espíritu. El ángulo morontial de enfoque borra toda divergencia entre los hallazgos de las ciencias físicas y el funcionamiento del espíritu de la religión. La razón es la técnica de comprensión de las ciencias; la fe es la técnica de discernimiento de la religión. Mota es la técnica del nivel morontial. Mota es una sensibilidad supermaterial a la realidad que está comenzando a compensar el crecimiento incompleto, y su sustancia es el conocimiento-razón y su esencia la fe-discernimiento. Mota es una reconciliación superfilosófica de la percepción divergente de la realidad que no es obtenible para las personalidades materiales; está basada en parte sobre la experiencia de haber sobrevivido la vida material en la carne. Pero muchos mortales han reconocido que es deseable tener algún método de reconciliación de la interrelación entre los vastamente separados dominios de la ciencia y la religión; y la metafísica es el resultado del vano intento del hombre por salvar este abismo bien reconocido. Pero la metafísica humana ha demostrado ser más desconcertante que esclarecedora. La metafísica representa un esfuerzo bien intencionado pero fútil del hombre por compensar la ausencia de la mota de morontia.
La metafísica ha resultado ser un fracaso; la mota, el hombre no puede percibirla. La revelación es la única técnica que puede compensar por la ausencia de la sensibilidad a la verdad de mota en un mundo material. La revelación aclara en forma determinada la mezcla de metafísica desarrollada por la razón en una esfera evolucionaria.
La ciencia es el intento del hombre de estudiar su medio ambiente físico, el mundo de la energía-materia; la religión es la experiencia del hombre con el cosmos de los valores espirituales; la filosofía ha sido desarrollada por el esfuerzo de la mente del hombre para organizar y correlacionar los hallazgos de estos conceptos vastamente separados en algo que se parezca a una actitud razonable y unificada hacia el cosmos. La filosofía, aclarada por la revelación, funciona aceptablemente en ausencia de mota, y cuando la metafísica, que la razón del hombre ha creado en sustituto de mota, se derrumba y fracasa.
El hombre primitivo no diferenciaba entre el nivel energético y el nivel espiritual. Fueron la raza violeta y sus sucesores anditas quienes en primer término intentaron divorciar lo matemático de lo volicional. Cada vez más el hombre civilizado ha seguido los pasos de los primeros griegos y sumerios, quienes distinguieron entre lo inanimado y lo animado. A medida que la civilización progresa, la filosofía tendrá que arrojar puentes sobre los abismos cada vez más grandes entre el concepto del espíritu y el concepto de la energía. Pero en el tiempo del espacio estas divergencias son una en el Supremo.
La ciencia siempre debe basarse en la razón, aunque la imaginación y la conjetura son útiles en la extensión de sus límites. La religión depende para siempre de la fe, aunque la razón sea una influencia estabilizadora y una asistenta útil. Siempre ha habido, y siempre habrá, interpretaciones confusas de los fenómenos tanto del mundo natural como del mundo espiritual, ciencias y religiones falsamente llamadas así.
Basado en su comprensión incompleta de la ciencia, su leve captación de la religión, y sus intentos abortivos en cuanto a la metafísica, el hombre ha intentado construir sus formulaciones de filosofía. El hombre moderno verdaderamente construiría una filosofía valiosa y atractiva de sí mismo y de su universo si no fuese por la ruptura de su conexión metafísica importantísima e indispensable entre los mundos de la materia y del espíritu, el fracaso de la metafísica para tender un puente sobre el abismo morontial entre lo físico y lo espiritual. El hombre mortal no tiene el concepto de mente y materia morontiales, y la revelación es la única técnica para restaurar esta deficiencia en los datos conceptuales que el hombre tan urgentemente necesita para poder construir una filosofía lógica del universo y llegar a una comprensión satisfactoria de su lugar seguro y establecido en ese universo.
La revelación es la única esperanza del hombre evolucionario por tender un puente sobre el abismo morontial. La fe y la razón, sin ayuda de mota, no pueden concebir ni construir un universo lógico. Sin la visión de mota, el hombre mortal no puede discernir la bondad, el amor y la verdad en los fenómenos del mundo material.
Cuando la filosofía del hombre se inclina intensamente hacia el mundo de la mate-ria, se vuelve racionalista o naturalista. Cuando la filosofía se inclina particularmente hacia el nivel espiritual, se vuelve idealista o aun mística. Cuando la filosofía es tan desafortunada como para inclinarse hacia la metafísica, infaliblemente se vuelve escéptica, confusa. En eras pasadas, la mayor parte del conocimiento del hombre y de sus evaluaciones intelectuales ha caído en una de estas tres distorsiones de percepción. La filosofía no se atreve a proyectar sus interpretaciones de la realidad en la forma lineal de la lógica; no debe fallar nunca en tomar en cuenta la simetría elíptica de la realidad y la curvatura esencial de todos los conceptos de relación.
La filosofía más elevada obtenible por el hombre mortal debe estar basada lógicamente en la razón de la ciencia, la fe de la religión, y el discernimiento de la verdad ofrecido por la revelación. Mediante esta unión el hombre puede compensar de algún modo su fracaso en desarrollar una metafísica adecuada y por su incapacidad para comprender la mota de morontia.