Aunque la creencia en los espíritus, los sueños y diversas otras supersticiones jugaron un papel en el origen evolucionario de las religiones primitivas, no debéis olvidar la influencia del espíritu de solidaridad del clan o tribal. En las relaciones de grupo existía la situación social precisa que proveía el desafío al conflicto egoísta-altruista en la naturaleza moral de la mente humana primitiva. A pesar de su creencia en los espíritus, en el foco de la religión de los australianos primitivos todavía está el clan. Con el tiempo, estos conceptos religiosos tienden a personalizarse, primero, en animales, y más adelante, en conceptos de superhombre o Dios. Aun tales razas inferiores como los bosquimanos africanos, que ni siquiera llegan a ser totémicos en sus creencias, reconocen la diferencia entre el autointerés y el interés del grupo, una distinción primitiva entre los valores de lo secular y lo sagrado. Pero el grupo social no es la fuente de la experiencia religiosa. Sea cual fuere la influencia de todas estas contribuciones primitivas a la religión primitiva del hombre, el hecho existe de que el verdadero impulso religioso tiene su origen en presencias espirituales genuinas que activan la voluntad al altruismo.
La religión más reciente está prefigurada por la creencia primitiva en los milagros naturales y los misterios, el impersonal ‘maná’. Pero tarde o temprano, la religión en evolución exige que el individuo haga un sacrificio personal de alguna índole para el bien de su grupo social, algo que haga más feliz y mejor al pueblo. En último término, la religión está destinada a llegar a ser el servicio de Dios y del hombre.
La religión está designada para cambiar el medio ambiente del hombre, pero mucho de lo que se llama religión entre los mortales hoy en día se ha vuelto incapaz de hacerlo. Alguna que otra vez el medio ambiente ha dominado sobre la religión.
Recordad que en la religión de todas las edades la experiencia que es importantísima es el sentimiento de los valores morales y significados sociales, no el pensamiento sobre los dogmas teológicos o las teorías filosóficas. La religión evoluciona favorablemente a medida que se reemplaza el elemento de magia por el concepto de la moral.
El hombre evolucionó a través de las supersticiones de maná, magia, adoración de la naturaleza, temor de los espíritus y adoración de los animales, a los variados ceremoniales mediante los cuales la actitud religiosa del individuo se transformó en reacciones grupales del clan. Más tarde, estas ceremonias se enfocaron y cristalizaron en las creencias tribales, y eventualmente estos temores y fe se personalizaron en dioses. Pero en toda esta evolución religiosa, el elemento moral no estaba nunca totalmente ausente. El impulso del Dios dentro del hombre fue siempre poderoso. Y estas influencias poderosas—una humana y la otra divina– aseguraron la supervivencia de la religión a través de las vicisitudes de las edades, a pesar de que tan frecuentemente corrió ésta el peligro de sucumbir ante las miles de tendencias subversivas y antagonismos hostiles.