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Las Razas Protohumanas del Hombre Primitivo

3. Los Mamíferos Intermedios

62:3.1

Ya tempranamente en la carrera de los mamíferos protohumanos, moraba una pareja superior de estas ágiles criaturas, encaramada en la copa de un árbol, y ahí nacieron gemelos, un macho y una hembra. En comparación con sus antepasados, eran criaturitas verdaderamente hermosas. Tenían pocos pelos en el cuerpo, pero esto no constituyó una desventaja, pues vivían en un clima cálido y estable.

62:3.2

Estas crías alcanzaron a medir un poco más de un metro y veinte centímetros. En todos los aspectos, eran más grandes que sus progenitores, contando con piernas más largas y brazos más cortos. Tenían dedos pulgares oponibles de funcionamiento casi perfecto, casi tan eficiente como el pulgar de los humanos actuales para adaptarse a diversas tareas. Caminaban erguidos, disponiendo de pies casi tan bien adaptados para andar como los de las razas humanas posteriores.

62:3.3

Sus cerebros eran inferiores a los de los seres humanos y más pequeños, pero muy superiores a los de sus antepasados y, comparativamente, mucho más grandes. Los gemelos exhibieron desde temprana edad, una inteligencia superior y al poco tiempo, fueron reconocidos como jefes de la entera tribu de los mamíferos protohumanos, instituyendo en rigor una forma primitiva de organización social y un rudimento de división del trabajo. Estos hermanos se aparearon y, al poco tiempo, gozaron de la compañía de veintiún hijos, muy similares a sí mismos, todos de más de un metro y veinte centímetros de altura y, en todos los aspectos, superiores a la especie atávica. Este grupo formó el núcleo de los mamíferos intermedios.

62:3.4

Cuando creció en números este grupo nuevo y superior, estalló una guerra sin tregua; y al terminar la atroz lucha, no quedó vivo ni un solo individuo de la raza atávica y preexistente de los mamíferos protohumanos. La descendencia menos numerosa pero más poderosa e inteligente de la especie había sobrevivido a costa de sus antepasados.

62:3.5

Ahora bien, durante casi quince mil años (seiscientas generaciones), estas criaturas se convirtieron en el terror de esta parte del mundo. Todos los animales grandes y feroces de épocas pasadas habían perecido. Las bestias grandes oriundas de estas regiones no eran carnívoras, y las especies más grandes de la familia felina, leones y tigres, aún no habían invadido este rincón particularmente protegido de la superficie de la tierra. Así pues, estos mamíferos intermedios se envalentonaron y subyugaron todo su rincón de la creación.

62:3.6

Comparados con la especie atávica, los mamíferos intermedios representaron una mejora en todo sentido. Hasta el potencial de su vida media aumentó a veinticinco años. Varios rasgos humanos rudimentarios aparecieron en esta especie nueva. Además de las propensiones innatas que habían exhibido sus antepasados, estos mamíferos intermedios eran capaces de manifestar asco en ciertas situaciones repugnantes. Además, contaban con un instinto de acaparamiento bien definido; escondían comida para el consumo subsiguiente y eran muy propensos a juntar guijarros lisos y redondos y ciertos tipos de piedra redonda que sirvieran para municiones defensivas y ofensivas.

62:3.7

Estos mamíferos intermedios fueron los primeros en exhibir una clara propensión a la construcción, tal como se evidencia en su rivalidad al construir viviendas tanto en las copas de los árboles como en retiros subterráneos de múltiples túneles; fueron la primera especie de mamíferos en proveer seguridad en refugios arbóreos y subterráneos. De gran parte, abandonaron los árboles como lugar de morada, viviendo sobre la tierra durante el día y subiendo a las copas de los árboles para dormir por la noche.

62:3.8

Al correr del tiempo, el aumento natural en número terminó por originar gran competencia por el sustento y gran rivalidad sexual, todo lo cual culminó en una serie de batallas recíprocamente destructivas que casi aniquilaron toda la especie. Estas luchas continuaron hasta que tan sólo quedó vivo un grupo de menos de cien individuos. Pero luego volvió a prevalecer la paz, y esta solitaria tribu sobreviviente volvió a construir su sitio para dormir en las copas de los árboles y reanudó su existencia normal y semipacífica.

62:3.9

No os podéis imaginar lo cerca que llegaron vuestros antepasados prehumanos a la extinción de cuando en cuando. De haber alcanzado cinco centímetros menos al saltar, en cierta ocasión, la rana atávica de todo el género humano, el entero curso de la evolución habría cambiado marcadamente. La progenitora inmediata de la especie de mamíferos protohumanos, que era similar al lémur, se escapó de la muerte por un tris más de cinco veces antes de parir al progenitor del orden nuevo y superior de los mamíferos. Pero el peligro mayor, que evadió por un tris, fue al caer un rayo sobre el árbol donde dormía la futura progenitora de los primates gemelos. Ambos padres de este grupo de mamíferos intermedios padecieron severos traumatismos y graves quemaduras; tres de sus siete crías murieron fulminados por este relámpago de los cielos. A estos animales, que iban evolucionando, les faltaba poco para ser supersticiosos. Esta pareja, sobre cuyo refugio en la copa del árbol había caído el rayo, eran en realidad los caudillos del grupo más adelantado de la especie de los mamíferos intermedios; y siguiéndole el ejemplo, más de la mitad de la tribu, adhiriéndose a las familias más inteligentes, se mudó a unos tres kilómetros de esta localidad empezando a construir estas nuevas moradas en las copas de los árboles y nuevos refugios subterráneos—sus retiros transitorios en momentos de peligro repentino.

62:3.10

Poco tiempo después de terminar de construir su casa, esta pareja, veteranos de tantas luchas, llegaron a ser los orgullosos padres de gemelos, los animales más interesantes e importantes que jamás hubieran nacido en el mundo hasta entonces, pues eran los primeros de la especie nueva de los primates, el próximo paso vital en la evolución prehumana.

62:3.11

Contemporáneamente con el nacimiento de estos primates gemelos, otra pareja—un macho y una hembra particularmente retrasados de la tribu de los mamíferos intermedios, una pareja que era mental y físicamente inferior—también parieron gemelos. Estos gemelos, un macho y una hembra, eran indiferentes a la conquista; sólo se ocupaban de la consecución de sustento y, puesto que no comían carne, al poco tiempo perdieron todo interés en la caza. Estos gemelos retrasados fueron los fundadores de las tribus símicas modernas. Sus descendientes buscaron las regiones meridionales más calurosas con sus climas benignos y abundancia de frutas tropicales, en donde han continuado hasta la fecha en forma muy parecida a aquellos días, excepto aquellas ramas que se aparearon con los tipos anteriores de gibones y monos, deteriorándose considerablemente como consecuencia.

62:3.12

De este modo se ve fácilmente que el hombre y el mono están emparentados sólo porque los dos descendieron de los mamíferos intermedios, una tribu en la cual ocurrieron los nacimientos contemporáneos y la subsiguiente segregación de dos parejas de gemelos: la pareja inferior destinada a producir los tipos modernos de mono, babuino, chimpancé y gorila; la pareja superior destinada a continuar la línea de ascenso que llegó a ser, por evolución, el hombre mismo.

62:3.13

El hombre moderno y los simios, en efecto, descendieron de la misma tribu y especie, pero no de los mismos progenitores. Los antepasados del hombre descendieron de los especímenes superiores de lo más selectivo que quedó de esta tribu de los mamíferos intermedios, mientras que los simios modernos (con excepción de ciertos tipos preexistentes de lémures, gibones y otras criaturas monescas) son los descendientes de la pareja ínfima de este grupo de mamíferos intermedios, una pareja que sólo sobrevivió por haberse escondido en un retiro subterráneo, depósito de alimentos, por más de dos semanas durante la última batalla enconada de su tribu, sin salir hasta después de haber cesado completamente las hostilidades.


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