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El Discurso de Despedida

6. La Necesidad de Partir

180:6.1

Después de que Pedro, Santiago, Juan y Mateo habían hecho numerosas preguntas al Maestro, él continuó su discurso de despedida diciendo: «Os digo todo esto antes de dejaros para que podáis estar preparados para lo que está por ocurrir y no tropecéis con errores graves. Las autoridades no se contentarán meramente con expulsaros de las sinagogas; os advierto que se acerca la hora en que los que os matarán, pensarán que hacen un servicio a Dios. Y todas estas cosas ellos os harán a vosotros y a los que conduzcáis al reino del cielo porque no conocen al Padre. Al negarse a recibirme se han negado a conocer al Padre; y se niegan a recibirme cuando os rechazan a vosotros, siempre y cuando hayáis cumplido con mi nuevo mandamiento, el de amaros unos a los otros aun como yo os he amado. Os estoy diciendo por adelantado todas estas cosas para que, cuando llegue vuestra hora, como ahora ha llegado la mía, podáis encontraros fortalecidos en el conocimiento de que todo esto yo lo sabía, y que mi espíritu estará con vosotros en todos vuestros sufrimientos por mí y por el evangelio. Es por este propósito que os he hablado tan claramente desde el comienzo mismo. Aun os he advertido que los enemigos de un hombre pueden ser aun los seres des su propia casa. Aunque este evangelio del reino nunca deja de traer gran paz al alma de cada creyente, no traerá paz a la tierra hasta que el hombre no esté dispuesto a creer de todo corazón en mis enseñanzas y a establecer la práctica de hacer la voluntad del Padre como propósito principal de vivir la vida mortal.

180:6.2

«Ahora que me estoy despidiendo, puesto que ha llegado la hora en que estoy a punto de ir al Padre, me sorprende que ninguno de vosotros me haya preguntado: ¿Por qué nos dejas? Sin embargo, sé que os hacéis estas preguntas en vuestro corazón. Os hablaré claramente, como un amigo a otro. Es realmente beneficioso para vosotros que me vaya. Si no me voy, no podrá entrar en vuestro corazón el nuevo maestro. Debo despojarme de este cuerpo mortal y ser restaurado a mi sitio en lo alto, antes de que pueda enviar a este maestro espiritual para que viva en vuestra alma y conduzca vuestro espíritu a la verdad. Cuando mi espíritu llegue para moraros, iluminará la diferencia entre el pecado y la rectitud y os permitirá juzgar sabiamente en vuestro corazón sobre estos asuntos.

180:6.3

«Mucho aún tengo que deciros, pero vosotros no podéis recibir más ahora. Pero cuando él, el Espíritu de la Verdad, venga, finalmente os guiará a toda la verdad, a medida que paséis a través de las muchas moradas en el universo de mi Padre.

180:6.4

«Este espíritu no hablará de sí mismo, pero os declarará lo que el Padre ha revelado al Hijo, y aun os mostrará las cosas por venir; me glorificará aun como yo he glorificado a mi Padre. Este espíritu sale de mí, y revelará mi verdad a vosotros. Todo lo que el Padre tiene en este dominio es ahora mío; por eso yo os dije que este nuevo maestro se ocupará de lo que es mío y os lo revelará.

180:6.5

«Dentro de muy poco tiempo os dejaré por un corto período. Después, cuando me veáis de nuevo, no será por mucho tiempo, porque ya estaré camino de mi Padre».

180:6.6

Al pausar él por un momento, los apóstoles comenzaron a hablar entre ellos: «¿Qué es lo que nos está diciendo? ‘Dentro de muy poco tiempo os dejaré’, y ‘cuando me veáis de nuevo no será por mucho tiempo, porque estaré camino de mi Padre’. ¿Qué es lo que quiere decir con este ‘poco tiempo’ y ‘no por mucho tiempo’? No podemos comprender lo que nos está diciendo».

180:6.7

Puesto que Jesús sabía que ellos se hacían estas preguntas, dijo: «Os preguntáis unos a otros qué quise decir cuando dije que dentro de muy poco ya no estaré con vosotros y que, cuando me veáis nuevamente, estaré camino de mi Padre. Os he dicho claramente que el Hijo del Hombre debe morir, pero que resucitará. ¿Acaso no podéis pues discernir el significado de mis palabras? Primero tendréis pena, pero luego os regocijaréis con muchos que comprenderán estas cosas después de que ocurran. La mujer sufre dolores y congojas en la hora de su alumbramiento, pero al dar a luz a su niño, olvida inmediatamente su angustia en el regocijo del conocimiento de que ha nacido un hombre al mundo. Igualmente sufriréis vosotros pesares por mi partida, pero yo os veré de nuevo muy pronto, y luego vuestra pena se volverá regocijo, y os traerá a una nueva revelación de la salvación de Dios, que ningún hombre podrá quitaros jamás. Y todos los mundos serán benditos en esta misma revelación de la vida al efectuar el derrumbamiento de la muerte. Hasta ahora habéis hecho todas vuestras peticiones en nombre de mi Padre. Después de que me veáis nuevamente, podréis también pedir en mi nombre, y yo os oiré.

180:6.8

«Aquí abajo os he enseñado en proverbios y os he hablado en parábolas. Así lo hice, porque erais tan sólo niños en el espíritu; pero está llegando el momento en el que os hablaré claramente sobre el Padre y su reino. Y así lo haré, porque el Padre mismo os ama y desea ser revelado más plenamente a vosotros. El hombre mortal no puede ver al Padre espiritual; por eso vine yo al mundo para mostrar al Padre a vuestros ojos del ser criado. Pero cuando vosotros os hayáis perfeccionado en crecimiento espiritual, podréis ver entonces al Padre mismo».

180:6.9

Cuando los once le oyeron hablar así, se dijeron unos a otros: «He aquí que nos habla claramente. Con seguridad el Maestro vino de Dios. Pero, ¿por qué dice que debe volver al Padre?» Jesús vio que aun entonces no le comprendían. Estos once hombres no podían liberarse de las ideas largamente acariciadas del concepto judío del Mesías. Cuanto más plenamente creían en Jesús como el Mesías, más problemáticas se tornaban estas nociones profundamente arraigadas de un glorioso triunfo material del reino en la tierra.


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