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La Ordenación de los Doce

4. Vosotros Sois la Sal de la Tierra

140:4.1

El así llamado «sermón del monte» no es el evangelio de Jesús. Sí contiene muchas enseñanzas útiles, pero fue más bien lo que Jesús encomendó a los doce apóstoles en su ordenación. Fue el encargo personal del Maestro a quienes habrían de seguir predicando el evangelio y que aspiraban a representarlo en el mundo de los hombres así como él tan elocuente y perfectamente era el representante de su Padre.

140:4.2

«Vosotros sois la sal de la tierra, la sal con gusto de salvación. Pero si la sal ha per-dido su gusto, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser arrojada y pisoteada por los hombres».

140:4.3

En los tiempos de Jesús la sal era un elemento precioso. Hasta se la utilizaba como moneda. La palabra moderna «salario» deriva de «sal». La sal no sólo condimenta los alimentos, sino que también los conserva. Da más sabor a las cosas, y por lo tanto sirve como se usa.

140:4.4

«Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni tampoco se enciende una luz y se la pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y los guíe a glorificar a vuestro Padre que está en los cielos.»

140:4.5

Aunque la luz dispersa las tinieblas, también puede ser tan «enceguecedora» que confunda y frustre. Se nos advierte que permitamos que nuestra luz alumbre de manera tal que nuestros hermanos sean guiados hacia nuevos caminos divinos de la vida enaltecida. Nuestra luz debe brillar de manera tal que no atraiga la atención sobre el yo. Hasta la vocación personal puede emplearse como un eficaz «reflector» para di-seminar esta luz de vida.

140:4.6

La fortaleza de carácter no se deriva de no hacer el mal, sino de hacer el bien. La generosidad es la marca de la grandeza humana. Los niveles más altos de autorrealización se obtienen mediante la adoración y el servicio. La persona feliz y eficiente está motivada, no por el temor de hacer el mal, sino por el amor a hacer el bien.

140:4.7

«Por sus frutos los conoceréis». La personalidad básicamente es invariable; lo que cambia—lo que crece– es el carácter moral. El error más grande de las religiones modernas es el negativismo. El árbol que no da fruto ha de ser «arrancado y arrojado en el fuego». El valor moral no deriva de la simple represión—de la obediencia a la admonición «no harás». El temor y la vergüenza son motivaciones indignas de la vida religiosa. La religión es válida sólo cuando revela la paternidad de Dios e intensifica la hermandad de los hombres.

140:4.8

Una filosofía eficaz del vivir se forma por una combinación del discernimiento cósmico y la suma de las reacciones emocionales del yo frente al medio social y económico. Recordad: aunque no se puedan modificar fundamentalmente los impulsos heredados, se pueden cambiar las respuestas emocionales a estos impulsos; por consiguiente, la naturaleza moral se puede modificar, el carácter se pude mejorar. En un carácter fuerte las respuestas emocionales están integradas y coordinadas, configurando así una personalidad unificada. Una unificación deficiente debilita la naturaleza moral y genera desdicha.

140:4.9

Sin una meta valiosa, la vida pierde todo objetivo y provecho, y acarrea profunda desdicha. El discurso de Jesús en ocasión de la ordenación de los doce constituye una filosofía magistral de la vida. Jesús exhortó a sus seguidores a que ejercitaran fe experiencial. Les advirtió que no dependieran meramente del consentimiento intelectual, la credulidad y la autoridad establecida.

140:4.10

La educación debiera ser una técnica de aprendizaje (descubrimiento) de los mejores métodos de gratificación de nuestros impulsos naturales y heredados, y la felicidad es el total que resulta de estas técnicas perfeccionadas de satisfacción emocional. La felicidad poco depende del medio ambiente, aunque un ambiente agradable pueda contribuir grandemente a ésta.

140:4.11

Todo mortal anhela verdaderamente ser una persona completa, ser perfecto así como el Padre en el cielo es perfecto, y tal logro es posible porque, en el último análisis, el «universo es verdaderamente paterno».


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