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Los Cimientos de la Fe Religiosa

6. La Certeza de la Fe Religiosa

102:6.1

La eliminación filosófica del temor religioso y el progreso constante de la ciencia contribuyen grandemente a la mortalidad de los dioses falsos; y aunque estas desapariciones de las deidades hechas por el hombre puedan momentáneamente nublar la visión espiritual, finalmente destruyen esa ignorancia y superstición que por tanto tiempo oscurecieron al Dios vivo del amor eterno. La relación entre la criatura y el Creador es una experiencia viva, una fe religiosa dinámica, que no está sujeta a una definición precisa. Aislar parte de la vida y llamarla religión es desintegrar la vida y distorsionar la religión. Y precisamente por esto el Dios de adoración exige fidelidad total o nada.

102:6.2

Los dioses de los hombres primitivos pueden no haber sido más que sombras de sí mismos; el Dios vivo es la luz divina, cuyas interrupciones constituyen las sombras de la creación sobre todo el espacio.

102:6.3

El religionista que alcanza logro filosófico tiene fe en un Dios personal de salvación personal, algo más que una realidad, un valor, un nivel de alcance, un proceso exaltado, una trasmutación, lo último del tiempo-espacio, una idealización, la personalización de la energía, la entidad de la gravedad, una proyección humana, la idealización del yo, el solevantamiento de la naturaleza, la tendencia a la bondad, el impulso hacia adelante de la evolución o una hipótesis sublime. El religionista tiene fe en un Dios de amor. El amor es la esencia de la religión y la fuente de una civilización superior.

102:6.4

La fe transforma al Dios filosófico de probabilidad en el Dios salvador de certeza en la experiencia personal religiosa. El escepticismo podrá desafiar las teorías de la teología, pero la confianza en la confiabilidad de la experiencia personal afirma la verdad de esa creencia que se ha transformado en fe.

102:6.5

Las convicciones sobre Dios pueden ser alcanzadas por sabio razonamiento, pero el individuo se torna consciente de Dios solamente por la fe, a través de la experiencia personal. En mucho de lo que pertenece a la vida, ha de contarse con la probabilidad, pero al ponerse en contacto con la realidad cósmica, la certeza puede ser experimentada cuando estos significados y valores son visualizados por la fe viva. El alma que conoce a Dios se atreve a decir «yo sé», aunque este conocimiento de Dios sea puesto en duda por el no creyente, que niega dicha certeza porque no está totalmente respaldada por la lógica intelectual. A todo ser que dude, el creyente tan sólo contesta: «¿Cómo sabes que yo no sé?».

102:6.6

Aunque la razón siempre puede dudar de la fe, la fe puede suplementar siempre tanto la razón como la lógica. La razón crea la probabilidad que la fe puede transformar en una certeza moral, aún una experiencia espiritual. Dios es la primera verdad y el último hecho; por lo tanto, toda la verdad se origina en él, mientras que todos los hechos existen en relación con él. Dios es la verdad absoluta. Como verdad, puede uno conocer a Dios, pero comprender—explicar– a Dios, para eso hay que explorar el hecho del universo de los universos. El vasto abismo entre la experiencia de la verdad de Dios y la ignorancia en cuanto al hecho de Dios puede ser salvada tan sólo por la fe viva. La razón por sí sola no puede alcanzar la armonía entre la verdad infinita y el hecho universal.

102:6.7

La creencia tal vez no pueda resistir a la duda y hacer frente al temor, pero la fe siempre triunfa sobre la duda, porque la fe es tanto positiva como viva. Lo positivo siempre está en ventaja respecto de lo negativo, la verdad sobre el error, la experiencia sobre la teoría, las realidades espirituales sobre los hechos aislados del tiempo y del espacio. La prueba convincente de esta certeza espiritual consiste en los frutos sociales del espíritu que tales creyentes, fehacientes, producen como resultado de esta genuina experiencia espiritual. Dijo Jesús: «Si amáis a vuestros semejantes como yo os he amado, todos los hombres sabrán que vosotros sois mis discípulos».

102:6.8

Para la ciencia Dios es una posibilidad, para la psicología, una cosa deseable, para la filosofía, una probabilidad, para la religión una certeza, una realidad de la experiencia religiosa. La razón exige que una filosofía que no puede encontrar al Dios de la probabilidad, respete esa fe religiosa que sí puede y que sí encuentra al Dios de la certeza. Tampoco debe la ciencia descartar la experiencia religiosa sobre la base de la credulidad, mientras persista en la suposición de que las dotes intelectuales y filosóficas del hombre surgieron de inteligencias cada vez menores a medida que se va hacia atrás en el tiempo, originándose finalmente en la vida primitiva que estaba totalmente vacía de pensamiento y sentimiento.

102:6.9

Los hechos de la evolución no deben ser dispuestos contra la verdad de la realidad de la certeza, de la experiencia espiritual, de la vida religiosa del mortal que conoce a Dios. Los hombres inteligentes deben dejar de razonar como niños y deberían intentar utilizar la lógica consistente del adulto—la lógica que tolera el concepto de la verdad juntamente con la observación del hecho. El materialismo científico está en la bancarrota cuando persiste, frente a cada fenómeno universal recurrente, en consolidar sus objeciones actuales refiriendo lo que admitidamente es más elevado a lo que es admitidamente más bajo. La consistencia exige el reconocimiento de las actividades de un Creador con propósito.

102:6.10

La evolución orgánica es un hecho; la evolución progresiva o deliberada es una verdad que presta sustancia a los fenómenos por otra parte contradictorios de los logros constantemente ascendentes de la evolución. Cuanto más alto progrese un científico en su ciencia de elección, más abandonará las teorías del hecho materialista en favor de la verdad cósmica del dominio de la Mente Suprema. El materialismo abarata la vida humana; el evangelio de Jesús la enaltece enormemente y exalta excelsamente a todo mortal. La existencia mortal debe ser visualizada como formada de la seductora y fascinante experiencia de la realización de la realidad del encuentro del anhelo humano tendido hacia arriba con la mano salvadora y divina tendida hacia abajo.


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